Conmemorando los 23 años de ordenación episcopal, Monseñor Adriano Tomasi, o como cariñosamente le dicen, Padre «Pachi», revive con emoción las etapas más significativas de su vida en una entrevista con los alumnos de 5º de Secundaria de nuestro colegio.
Desde su niñez en Trento, pasando por sus años en Hong Kong, hasta su labor como obispo auxiliar en Lima, cada experiencia ha sido un aprendizaje para Monseñor Adriano Tomasi, o mejor conocido en Juan XXIII como: Padre «Pachi». Es así que en una entrevista íntima, realizada por cinco estudiantes de 5º de Secundaria, Monseñor compartió no solo recuerdos, sino también mensajes marcados por humildad, fe y servicio.
En estos 23 años de ordenación episcopal, ¿cuál es la mayor enseñanza que podría compartirnos?
No es fácil para mí decir solamente una enseñanza. Sobre todo por los 17 años que fui auxiliar de Lima, tuve que aprender muchas cosas. Por ejemplo, he conocido de cerca la pobreza del Cerro San Cristóbal, los hospitales donde había tantos enfermos. Después conocí zonas como el Agustino o Manchay; todo esto ha sido para mí un aprendizaje muy grande, que me ha llevado a agradecer a Dios de poder tener aquí mi casa, mi escuela, el Juan XXIII, y seguir adelante como franciscano y como obispo. Esta sería quizás la primera y gran enseñanza.
Como sabemos, usted vivió su niñez en Trento. ¿Podría contarnos un poquito de esto?
Trento es la ciudad, la capital donde he vivido. Pero yo nací en un pueblito a 10 kilómetros de Trento. Estábamos allí escondidos con la familia por la guerra. Papá iba a la guerra y volvía a casa. En ese entonces éramos muy pobres, pero también muy felices porque nos sentíamos amados. Por ejemplo, ahora que veo Juan XXIII tan grande, tan bonito, pienso en mi escuela. Éramos unos 50 alumnos de diferentes grados de primaria, todos en un mismo salón, todos con una misma maestra; aprendíamos lo que podíamos, pero éramos muy felices. Después tuve la bendición, justamente porque la familia era muy pobre, que cuando yo pedí estudiar en la secundaria, mi maestra Lidia, maestra de primaria que tanto recuerdo, me hizo entrar al colegio seminario de los franciscanos. Ahí pude estudiar sin pagar y tener toda la vida que tengo ahora.
Conocemos que usted residió en Hong Kong en los años 60, ¿nos podría contar cuáles fueron los principales aprendizajes que obtuvo de allá?
Yo tenía entre 25 y 27 años, era muy joven y la principal tarea era aprender el cantonés. Entonces iba a la universidad y estudiaba. Me acuerdo de que solo nos dejaban hablar inglés una hora a la semana. Yo estaba completamente desubicado las primeras clases, la maestra entraba y nos decía “wǒ” (mientras se señalaba el rostro), y yo pensé que eso significaba nariz, cuando en realidad era para mencionar a uno mismo: «yo». Pero tuve grandes amigos allá, y así aprendí a conocer que el mundo era más grande y más hermoso que mi Trento querido.
¿Quién lo motivó o quién lo inspiró a seguir este camino de ser sacerdote?
Pienso que ha sido el Señor, porque a mí me gustó. A veces me preguntan cómo es que desde muy joven sentiste la vocación a ser franciscano, a ser sacerdote, y yo digo: «he leído que Messi comenzó a los cuatro años a jugar fútbol, Cristiano Ronaldo, a los tres años, ya quería ser futbolista. Entonces, cómo no ser amigo de Jesús desde pequeño». Esa quizás fue la motivación, además de la fe de mi papá, mi mamá, de todos aquellos con los vivía. Pero después también he encontrado personas que me han llenado de alegría y bendiciones. Por ejemplo, aquí estoy con el Cardenal Ratzinger (señala la fotografía que tiene en su oficina con el Papa Benedicto XVI), que realmente era un santo. He estado mano a mano con el Papa San Juan Pablo II; pude estar con él cuando estuvo enfermo. También he estado con el Papa Pablo VI, que ahora es santo; incluso pude celebrar una misa con él. En fin, he tenido tantas alegrías, tantas cosas, y agradezco a Dios por todo lo que me ha dado.

El 7 de abril de 2002, el Papa Juan Pablo II nombró a Monseñor Adriano Tomasi obispo titular de Obbi y auxiliar de la Arquidiócesis de Lima. Aunque confesó no sentirse del todo preparado, aceptó el encargo con la misma vocación que lo llevó al sacerdocio. Durante su episcopado, también fue vicepresidente de Cáritas de Lima y estuvo al frente de las Vicarías Episcopales II y IV hasta su jubilación.
Hoy, a sus 86 años, y con 61 de vida sacerdotal, Monseñor «Pachi» sigue irradiando gratitud, ternura y una fe inquebrantable que inspira a nuevas generaciones a buscar una sociedad más justa y solidaria. Además, nos deja una lección clara: vivir con humildad, servir con alegría y agradecer siempre. Su historia no solo honra su compromiso religioso, sino también su profundo amor por los otros. ¡Feliz aniversario, Padre «Pachi»!


Esta y otras historias en la edición 35 de nuestra Revista J23